Ni estaba muerto ni estaba de parranda...
En primer lugar debo empezar esta nueva entrada explicando mi ausencia, y es
que, tras unas semanas de obligaciones lectivas en forma de exámenes y otras
de carácter inesperado, el poco tiempo del que he dispuesto ha sido empleado en
descansar la mente de las sobrecargas de conceptos y el cansancio de
interminables lecturas técnicas.
Dicho lo cual y sabiendo que estamos en época estival, donde cada uno se
busca su escapada, incluido un servidor, os informo que estoy de vuelta, y como
ya dije hace un tiempo, para proseguir con mayor o menor ritmo y según las
circunstancias lo permitan, pero para siempre continuar con el trayecto.
Y
dejando de un lado esa liviana entradilla entramos en materia.
En lo tocante al arcaico binomio "literatura-cine" que se remonta
hasta los mismos albores del séptimo arte, soy ese tipo de persona que siempre
que le es posible intenta hacerse con la obra original sobre la que una
película o serie se basa o adapta a la gran o pequeña pantalla.
Evidentemente se trata de un hábito imposible de satisfacer, máxime cuando
se trata de un cinéfilo empedernido como yo, ávido consumidor de todo tipo de
cine.
Imaginen si mantuviese una férrea disciplina en torno a dicho hábito... ¡Imposible!
Por ello siempre intento hacer una pequeña estimación sobre cuáles pueden
ser esas obras que merezcan el esfuerzo de reprimir el impulso de ver algunas
cintas consideradas obras de arte del celuloide, ya que, en mi experiencia, por
muy excelsa que sea una película, rara vez, no es ya que supere a su original de
papel, si no que siquiera llega a su nivel, y desde luego no quiero estropearme
joyas de la literatura por la pretenciosidad de algún cineasta.
"Dersu Uzala" o "Ben-Hur"
son algunos ejemplos que se me vienen a la cabeza de susodicha costumbre.
El que hoy nos ocupa sirve a ese mismo propósito, pero no os alarméis con lo que ello implica,
ocurre que también a veces libros menos "imprescindibles" sucumben a
esa misma regla, aunque sea evidente que no pretendo englobarlos bajo los mismos
criterios de calidad.
"Las Ruinas" como otros muchos a lo largo de tantos años, lo adquirí tiempo atrás en la feria del
libro de mi ciudad a un precio ridículo (si me vieseis llegar a casa algún año
con las bolsas repletas de libros...) y fue una de mis
lecturas de verano de aquel año.
Escrita por Scott
Smith, "Las Ruinas" es el perfecto ejemplo
de literatura de rápido consumo que las editoriales americanas
importan a medio mundo.
Con una narrativa simple y poco compleja, repleta de diálogos y un ritmo
adrenalínico que hace que la finiquitemos en apenas dos tardes y casi sin
darnos cuenta, la novela nos presenta la historia de un grupo de jóvenes
americanos, que en un viaje a Centroamérica se lanzan a la aventura de explorar
una ignota pirámide de algún pueblo de la antigua Mesoamérica.
Para dicha expedición se acompañarán de un ciudadano alemán y un griego, ambos
sendas caricaturas y suma de clichés sobre la imagen que ambos países exportan
al mundo, o que al menos así percibe el autor.
Genocidio empático del que no se salva ninguno de los personajes
restantes, que tras escueta travesía a través de la jungla,
arriban al destino donde un extraño ser les aguarda... y paro de contar, para
no arruinar la sorpresa, pues si hay algo remarcable en este libro, es la
originalidad de la propuesta donde se desarrollan los acontecimientos, y aunque es cierto que no por ello deja de ser "uno más", una historia
prefabricada que bien podría haber sido escrita por King, o algún
sucedáneo de éxito del momento, al menos el loable esfuerzo por parte
del autor por plasmar en su creación una identidad propia, y que se percibe en algunos momentos, consigue que pese al hándicap de los personajes, el relato sea mucho más llevadero.
El desarrollo de la trama es vertiginoso, como suele ser habitual en este tipo de obras, a lo que contribuyen capítulos de corta duración, y un lenguaje simple y sencillo que facilitan la lectura hasta tal punto de no tener que "masticar" ninguna palabra, sino de "ingerir" una papilla que no nos va a hacer trabajar ningún músculo.
Al menos, Smith tiene el buen gusto de alejarse de los tópicos de este tipo de novela, tan visuales estas, como sus primas-hermanas del cine ("explotation"), y construir determinados pasajes, que sin ser el paradigma de lo insólito, si consiguen el efecto de lo inesperado y la sorpresa, conformando algunos momentos tan interesantes como recreativos.
Ahora bien, ¿es una lectura recomendable?
Bueno, eso depende. Desde luego si hay algún momento propicio para este tipo
de literatura, son las vacaciones, con tanto tiempo por delante...
No obstante, el lector ha de saber que no va encontrar un trabajo que vaya
más allá de un mero entretenimiento de sobremesa, sin más ambición que la de un
pasatiempo literario con el que distraer nuestra mente; y prevenir a quien se aventure en esta historia buscando el factor
terror-horror en el que parece que se nos quiera hacer creer que esta novela se
engloba, que se lleve a desengaño, pues a pesar de tener una bonita adquisición en portada como la de una cita de un autor como King, la cual ha de ser bien legible en la portada, no deja de ser una escabechina juvenil
(como el "slasher"
de los 80) un tanto más refinada que alguna coetánea y con los pequeños ápices de intriga y
misterio de los que puede constar como sustitutivo del terror del que intenta proveerse para su difusión.
Entretenida.
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